jueves, 25 de octubre de 2012


 MONÓLOGOS


TODOS LOS LUNES SOBRE LAS 22H DE ESPAÑA A TRAVÉS DE LA UNIVERSAL RADIO, PODÉIS ESCUCHAR LOS MONÓLOGOS QUE ESCRIBO EN LA VOZ DE SOL TAME. AQUÍ LOS PODÉIS LEER, Y SI QUERÉIS ESCUCHARLOS PODÉIS ENTRAR EN EL ENLACE. 




http://launiversalradio.com/?p=19906


UN DÍA DE OTOÑO


Eres de los que piensan que es mejor levantarse todos los días con el pie derecho, ¡pero qué contrariedad! Hoy te levantaste con el pie izquierdo. No sabes si volverte a acostar y levantarte con el derecho, pero piensas…



“Bueno, esas son cosas que se dicen pero no tienen la menor importancia”.



Esperas que no te afecte en nada, sobre todo hoy que no te apetece salir de casa, pero no tienes más remedio por que tienes que ir a trabajar. Y encima es de esos días de otoño que amanece nublado, y las nubes están tan grises que parece que sea de noche y te entran unas ganas de volverte a acostar. Solo esperas que no llueva, por que te dejaste el coche en el taller para hacerle la revisión… Pero no quieres que eso te arruine el día, enciendes el ordenador para adelantar el trabajo que tienes que presentar hoy, y como todas las mañanas, te pones a escuchar La Universal Radio para que te anime y te alegre el día con su música.



En ese momento escuchas un sonoro trueno, y ves los relámpagos como caen unos tras otros, y más truenos… Uno cae tan cerca que te quedaste sin luz y encima te jodió el ordenador, y no sabes si te lo habrá estropeado. Te quedaste sin poder hacer el informe, sin poder escuchar música y encima te llama el jefe porque quiere verte en cuanto llegues a la oficina porque se ha adelantado la reunión.



Sales cagando leches y empieza a llover. Te toca subir a casa a coger el paraguas, pero no lo encuentras. La verdad es que no sabes si tienes, como siempre vas en coche hasta para comprar el periódico que está a la vuelta de la esquina… Ni te acuerdas la última vez que lo cogiste, hace tanto tiempo, que ni siquiera lo echas de menos, solo cuando lo necesitas es cuando lo echas en falta. Lo buscas, lo rebuscas, por los armarios, los cajones, remueves toda la casa, la pones patas arriba y ¡no lo
encuentras!



Ya desesperado te das por vencido, te vas a cambiar de chaqueta que está colgada en el perchero que tienes detrás de la puerta porque hace un frío del carajo, y ¡ahí está el jodío paraguas colgando del perchero!



“Joder, si hubiese cogido primero la chaqueta no habría revuelto toda la casa...”



Sales de nuevo a la calle con un retraso impresionante, y cada vez llueve con más fuerza y con más intensidad. Pero eso no es todo, ahora se mueve un aire que apenas te deja avanzar. Te mojas por todos los lados, con lo que te había costado encontrar el paraguas y ahora no te sirve de nada. Vas caminando como puedes por que la lluvia apenas te deja ver nada. Y vas pisando todos los charcos que encuentras por el camino. Los zapatos parecen barquitos llenos de agua. Y encima están esos coches que van a toda leche y charco que ven, charco que pillan, y a ti te deja empapado hasta los huesos. ¡Porque eso no era un charco, era una balsa!



Intentas controlarte y no gritar, ni desesperarte, porque estás en medio de la calle… pero te dan unas
ganas de volverte a casa, pero si lo haces el jefe te despide fijo. Aunque como aparezcas con esas pintas
¡lo mismo te dice que no vuelvas!



El paraguas vuelve a llamar tu atención, parece que el viento quiere quitártelo de las manos para que se vaya volando. Lo aguantas como puedes ¡pero se te puso del revés, todo para arriba! Ahora sí te estás empapando de lo lindo. Pareces todo lo contrario a Gene Kelly en la canción “Cantando bajo la lluvia”. Él estaba feliz y tú estás como para tirarte de los pelos, pero no puedes, porque en una mano tienes el paraguas y en la otra el maletín. Al bajarlo para intentar ponerlo bien, le cae toda el agua encima a una mujer que pasaba por allí y ésta empieza a gritarle mientras le golpea con el paraguas.



“¡Pero qué hace insensato, me ha mojado toda!”



“Señora, ¿qué quiere que haga? Hay cosas peores en la vida...



Después del apuro por el que has pasado intentas cerrarlo, pero no lo consigues, y decides deshacerte de él dejándolo enganchado a una farola. Pero no dura ni dos segundos, sale volando y ¡le golpea a un policía que está dirigiendo el tráfico! Qué casualidad… Intentas salir pitando de allí para que no te encuentre. Te refugias en un local comercial, y de paso aprovechas para comprarte ropa. Pero el policía empieza a preguntar a la gente...



“¿De quién es el paraguas?”



Y todos le indican en el local que te has metido. 

"¡Pero qué chivatos…!"



Estás perdido, las huellas de agua que has ido dejando te delatan. El agente cuando te ve, te empieza a recriminar tu actitud y encima te pone una multa. Era lo que te faltaba, con el retraso que llevas y ¡tienes que aguantar todo eso por un paraguas! Increíble…



Después de coger la ropa y pagarla, intentas meterla como puedes en el maletín para que no se moje. La gente te mira con una cara... Tienes que salir con la que está cayendo ¡y sin paraguas! Aunque la dependienta te ofreció uno, pero después de lo que te había pasado con el tuyo, preferiste seguir mojándote.



“Qué más da una mancha más de tigre, o una raya más de cebra”.



Nada más llegar al trabajo entraste en el cuarto de baño a cambiarte de ropa, por que secarla era imposible. Eso sí, el pelo intentaste secártelo con el secador de manos que había colgado en la pared, y soltaba un aire con un olor a chamusquina… ¡parecía que se estaba quemando algo! Y claro, que olía a quemado, se te estaba achicharrando el pelo que se te había quedado el flequillo enganchado dentro del secador y ¡casi te queda sin ellos!



Aunque se te quedó un mechón de pelo algo descolorido y a trasquilones, tenías que presentarte ante tu jefe. Éste al verte te encontró raro pero sólo te recriminó que hubieses tardado tanto tiempo en llegar, y te mandó inmediatamente a que le trajeras el informe.



Después de todo aún conservas el trabajo, pero ese día, no lo olvidarás fácilmente. Hay días así, tan difíciles y complicados de llevar… pero afortunadamente son pocos. Por eso, hay que disfrutar todo lo bueno que nos pase cada día para poder compensar esos momentos. Pero incluso en esos días, hay que intentar sacar una sonrisa.





http://launiversalradio.com/?p=19294


EL  DESCAPOTABLE

Llevas tiempo queriendo cambiar de coche, ya está viejo, la pintura se cae a pedazos, se estropea cada dos por tres, lo llevas al taller, te gastas un dineral ¡y a los pocos días está igual! Ya no tiene arreglo… y piensas…
“Con el dinero que te gastas en reparaciones te podrías comprar uno nuevo, o casi dos”.
Te repasas todas las revistas de coches, pero tienes dudas, no sabes cuál elegir, todoterreno, monovolumen, mini… Hasta que ves un anuncio en la tele que te deja boquiabierto… te gusta el precio, la forma, el color, la tapicería… es el coche ideal y encima te ayuda a ligar. Ves cómo las chicas se montan en el coche y se las lleva a pasear… ya te convenció.
A la mañana siguiente te levantas entusiasmado deseando acabar las horas de trabajo para ir a ver la oferta del coche. Te miras el reloj cada dos por tres, pero las horas se hacen larguísimas, parece que los minutos no pasan… te desesperas, pero no adelantas nada… Siempre estás ahí, pendiente del reloj, esto es peor que tener una cita, y… por fin se hizo la hora de salir. Coges el coche destartalado con una ilusión por querer que te lleve al concesionario, el último viaje que quieres que haga y va ¡y se para a mitad de camino! Será borde… ni que supiera que lo vas a cambiar por otro. A empujones consigues aparcarlo. Lo dejas ahí y te vas corriendo por que quieres llegar antes de que cierren.
Cuando llegas respiras hondo e intentas recomponerte antes de entrar. Ves el coche desde el cristal, te ha conquistado… Te diriges al vendedor y le explicas que quieres la oferta del coche que has visto en la tele. Pero qué sorpresa cuando escuchas la respuesta:
“Lo siento señor, esa oferta acabó ayer, si quiere el coche tendrá que pagar 5000€ más por él, pero sólo le incluye el aire acondicionado”.
“No puede ser, repites una y otra vez… no puede ser…”
Cuando reaccionas empiezas a patalear, te tiras de los pelos, bueno, de los dos o tres que tienes, ¡por que no te quedan, más! Y encima te los arrancaste y ¡te quedaste calvo!
El vendedor al verle tan desesperado, decide informarle de otro vehículo, un deportivo descapotable que está muy rebajado. Le explica las características del vehículo, el precio, lo tiene todo incluido, el climatizador, elevalunas… todo, pero eso sí, no tiene el espacio que el otro, este es mucho más reducido. Tanto, que en el maletero te coge justo la bufanda para que no te enfríes. Aun así, ya lo tiene medio convencido.
Le anima a que suba para que compruebe como se siente cuando se conduce un descapotable. Éste accede y aunque le cuesta un poco trabajo, encaja a la perfección. El vehículo por dentro le encanta, el volante, la tapicería de cuero, el salpicadero con las luces de colores… ¡qué monada!
Pero cuando se dispone a salir del vehículo, se da cuenta de que ¡no puede! Se ha encajado en el coche ¡y no hay forma humana de que salga!
El vendedor preocupado intenta agarrarlo de los sobaquillos, después de los hombros, como no salía intenta a ver si podía moverle las piernas. Le coge de los pies, pero cómo le cantaban los pinreles, subía un tufillo… pero cualquiera le decía nada en semejante situación.
En ese momento acudió el jefe para ver qué pasaba. Intenta ayudar agarrándole de la cabeza como no lo puede mover, le coge de las orejas, con el consiguiente grito del afectado…
“¡Aaaah, pero qué hace cogiéndome de las orejas, me las va a poner como soplillos!”
“Y qué quieres que haga, si no tienes pelo tendré que agarrarte de las orejas”.
Plegaron la capota a ver si así conseguían más espacio y podían sacarlo de allí, pero ni por esas… El jefe ya se enojó con su empleado:
“¡Pero cómo te atreves a meter a un armario ropero en este coche! Si el tío está más cuadrado que el marco de la foto y con lo alto que es, no ves que no entra… ¡No sabes que aquí solo cogen los finillos como tú!”
El vendedor ya sabía que después de aquello, le iba a echar, pero aun así, lo seguían intentando una y otra vez, pero sin resultados. Al final desistieron porque era imposible sacarlo de ahí, ¡parecía que estaba metido a presión!
Tenían que sacarlo sea como sea del coche, así que no tuvieron más remedio que llamar a los bomberos para ver si podían hacer algo. Cuando llegaron les entró la risa al verlo allí sentado, sin poder moverse… y éste se enojó y les dijo con cierta ironía…
“¿A qué habéis venido, es que me vais a sacar con la manguera?”
El jefe de bomberos respondió:
“No, con la manguera precisamente no, tendremos que coger la motosierra y cortar el volante desde el salpicadero para poder sacarlo de ahí”.
Al dueño del concesionario se le erizaron los pelos al oír aquello…
“¡Pero es que se han vuelto locos, ni se les ocurra hacer semejante cosa, este auto vale un dineral!”.
El bombero solo pudo asegurarle una cosa…
“No creo que lo venda con él dentro”.
Un cliente que había por allí, sugirió algo con cierto sarcasmo.
“Podría sacar los pies como los Picapiedra”.
Todos rieron menos el afectado que estaba echando humo hasta por las orejas. Al jefe de bomberos se le ocurrió otra cosa…
“Si no quiere que le cortemos el volante, tendremos que romperle los bajos del coche”.
“Bueno, eso es un mal menor, ahí no me opongo… lo soldamos como sea y listo. Aunque también podríamos hacer otra cosa, y si avisamos a una grúa para que el coche lo ponga bocabajo y le de sacudidas a ver si sale…”
“¡Acaso cree que soy una lata de longanizas!” gritó enojado.
El bombero ya no podía seguir aguantando la risa y soltó una sonora carcajada. Y cuando pudo le contestó:
“No creo que diera resultado, cortaremos los bajos…”
Pero surgió otro problema, no podían meterse porque apenas había un palmo del suelo al coche, así que tuvieron que avisar a la grúa y llevarlo al taller.
Durante el traslado era el centro de todas las miradas. Detrás de la grúa y el descapotable iban los bomberos, y después le seguía el dueño del concesionario que no se fiaba ni un pelo de los bomberos y quería estar presente para ver lo que hacían.
Ya en el taller empezaron a cortar los bajos y ¡por fin pudo salir! Con el suficiente enfado por las risas que se oían de los empleados del taller. Se marchó de allí sin decir ni una sola palabra. Se encontraba sin coche nuevo, y el viejo no sabía si tenía arreglo… pero después de todo lo que había pasado, no es que le importara demasiado.
Hay veces como que nos desubicamos un poco, tal vez por que queremos aparentar ser una persona que no somos. Hay cierta edad que para un deportivo como mucho, es para tenerlo guardado. Lo más probable que con ese coche antiguo fue uno de los que más ligó en toda su vida,








HABLAR  CON  LA  GENTE


Hay gente tan diversa, tan diferente en la forma de ser, y de hablar. Por supuesto, la que tenemos a nuestro alrededor, en nuestro entorno, tu padre, tu hermano, tu tío… Incluso las amistades que tenemos, en alguna ocasión cuando se dirigen a nosotros para entablar una conversación, necesitan agarrarte del brazo. Pero no te lo sueltan, ¡ni que fuera de ellos! En el momento que se emocionan con lo que están contando te empiezan a tironear de un lado a otro, y ¡aún te aprietan más!
En cambio hay otro tipo de personas que cuando hablan, no paran de darte pequeños golpecitos, en el hombro, en el brazo, en la espalda… Vamos, que te está dando una paliza y tú ahí quieto aguantando, hasta que ya acaba con tu paciencia y piensas, “éste no me vuelve a dar más…”
Cuando le ves venir das un paso hacia atrás y dices bien, ¡me he librado!
Pero con el impulso que lleva le tienes que agarrar porque ¡está a punto de darse una leche contra el suelo! Viene con tanta ganas de toquetear, que menos mal que le cogiste a tiempo…
En cambio, hay personas que no paran de hablar, parecen que les dan cuerda… Ni siquiera te dejan hablar, vas a decir algo y siguen conversando más alto, como si estuvieras sordo. Si es que cuando te pillan por banda no te sueltan, aunque les digas…
“Me voy, que tengo prisa… tengo que ir a casa, me dejé el pavo en el horno, el pollo se me está quemando y el perro se meó en la bañera”.
¡Te sigue hablando igual! Pero lo peor, es que no te hacen ni caso, ni siquiera te escuchan, van a la suya… siguen, y siguen… ¡y te ponen la cabeza como un bombo!
Intentas dar un paso a la derecha para que cuando se descuide, te lanzas y te marchas, pero ¡qué va! Él da dos pasos hacia delante para cortarte la salida y que ¡no te puedas marchar! Esto es increíble, pero cómo te acorrala… una persona que te habla, que te habla… Tu cerebro está saturado, ya no puede recopilar tanta información. ¡Sigues intentando escabullirte pero no puedes!
Entonces es cuando decides no prestar atención a lo que dice, le miras la cara para que se imagine que le estás escuchando, y piensas en tus cosas… Tengo que hacer esto, lo otro… hasta que escuchas de fondo…
“¿Y a ti qué te parece?”
Ahí no sabes qué hacer… se te queda una cara de idiota mirando la luna, “y ahora, ¿qué le digo yo?” y le respondes tímidamente, “bien…”
Y el otro con la cara desencajada pregunta:
“¿Pero cómo puedes pensar que hace bien?”
Ahí te das cuenta que metiste la pata hasta el fondo e intentas rectificar…
“No, si yo también opino como tú, está muy mal… sólo lo dije para ver la cara que ponías…”
Dices intentando que no se note demasiado que no le has prestado atención.
Aquel se te queda mirando enojado, se da media vuelta y se marcha, ¡por fin! Pero qué mal le sienta qué no le hagas caso…

De pronto te encuentras con un amigo que hace cuarenta años que no lo ves y le saludas.
“Hola ¿qué tal estás?”
Responde:
“Bien…”.
Insistes preguntando a ver si le sacas algo más…
“Tu mujer, y tus hijos ¿cómo están?”
Sigue respondiendo:
“Bien”.
Te das cuenta que todas las preguntas que le haces te contesta con monosílabos. Y si le haces más, ¡contestaría igual! Y piensas, el otro no había quien lo parara y éste, no me cuenta nada, al final le dices…
“Nos vemos en otro momento, me tengo que ir”
Y responde:
“Bueno”.
Y te quedas esperando que diga algo más, mientras sigues pensando…
“Pero que escueto, a éste hay que sacarle las palabras con sacacorchos, pero qué contrariedad con el otro, son el día y la noche. Lo que le sobra a uno le falta al otro. La próxima vez que me lo cruce le saludo y ya está”.
Aunque hay ciertas amistades que son las que hace tiempo que no sabes nada de ellos y estás totalmente desubicado. Te encuentras con uno y le preguntas:
“Hola, ¿qué tal? Cuánto tiempo ha pasado… ¿sigues disfrutando de la soltería?”
Y responde:
“No, me casé…”
Y tú que te alegras por él...
“¡Ah, qué bien! Estarás feliz…
“No, me divorcié hace dos años”.
Evitas preguntarle por ese tema, y saltas a otro.
“¿Y tu padre…?”
“Murió”.
Y piensas, va de mal en peor. Entonces se te ocurre preguntarle por el perro que tenía.
“¿Y aquel perrito lindo…?”
“Tuvo cáncer y también murió”.
“¡Joba, todo lo que le pregunto le traigo pena, y hasta se puso a llorar…! Pero ¿qué hago ahora?”
Le intentas cambiar el tema de nuevo…
“Qué lindo día hace…”
“Pero qué va a ser lindo si está lloviendo”.
Hay días así… todo lo que hablas se trastoca…
Aunque hay otra clase de gente que se pone a hablar tan cerca de ti que te asusta, ¡parece que te vaya a comer!
Pero lo peor no es eso, sino que cuando se dispone a hablar, tiene la ducha incorporada. Te salpica toda la cara, o cierras los ojos o te los nubla.
Y piensas, en cuanto llegue a casa me ducho, pero mientras tanto estás inmóvil, no sabes qué hacer. Esquivas las pequeñas gotitas que se le escapan y decides dar un paso hacia atrás para alejarte un poco, pero ¡qué va! Él da dos pasos hacia delante. ¡Ha sido peor todavía, ahora se ha acercado más! Ya no sabes con qué secarte, se te acabaron los clínex… y el que te queda ya lo tienes empapado.
Te agachas disimulando un poco para quitarte una pequeña arruga del pantalón y le salpica al de atrás, ¡que le mira con una cara de mala leche!
En ese momento te suena el móvil… ¡qué bien, la excusa perfecta para escapar del sifón de la ducha!
Después está esa gente que te encuentras para conversar, y te habla raro. Está el que se come las “eses”, el que se come las “be”, las “erres”, las “enes”, las “ce…” Hay gente que se come una sola, pero hay otras que se las come todas, no sabes si reírte o no… intentas disimular para que no se note… ya que no está bien reírse de las dificultades de los demás, pero hay algunas que resultan tan graciosas que no lo puedes evitar.
De pronto te encuentras con un andaluz que te habla y no le entiendes nada… Te pasas la primera hora intentando entender el dialecto. Lo mismo pasa con el argentino, el ecuatoriano, el peruano, el vasco, el gallego… o como el rumano, que se te pone a hablar creyendo que habla bien el español y no hay forma de entenderle…
Son situaciones muy comunes y dispares, en las que todos tenemos cabida. Y en la que nos hace pensar, ¿cuál es mi caso?











LOS ANUNCIOS DE LA TELE


Me encantan los anuncios, porque sale cada cosa por la tele, que resulta increíble. Hay uno en concreto que sale un genio calvito super musculoso que te limpia toda la casa en un santiamén. Bajas al supermercado y mientras haces la compra, miras a ver por ¡dónde leches está el producto! Cuando lo ves, te vas directa a por él, y cuando vuelves a casa ni colocas la compra, lo abres y dices…
“Mientras sale el calvito, voy a colocar la compra…”
Ya de regreso compruebas que no salió, le frotas un poquito a la botella como si fuera la “lámpara mágica” y te quedas esperando a que salga el genio de la limpieza… y ya puedes esperar sentado ¡porque no va a salir!
Desilusionada, te pones a limpiar y como lo hacen tan bien en la tele piensas, “acabaré enseguida porque es un buen producto” pero cuando terminas está todo opaco, mate… el brillo desapareció… y te preguntas:
“¿A dónde habrá ido?”
Decides aclararlo todo con un paño mojado en agua, y le sacas un lustre. Pero al acabar te vas dando cuenta que al secarse empiezan a salir unas rayas blancas que no sabes ¡qué leches hacen ahí! Vuelves a mojarlo de nuevo y coges otro paño para secarlo. Acabas reventada, estás molida, pero qué gusto da ver que el brillo, apareció de nuevo.
“Menos mal que se limpiaba rápido si llega a ser más lento, ni lo cuento”.
Algo parecido pasa con el mayordomo del algodón, siempre dice:
“El algodón no engaña”.
Pero qué delatador que es el jodío algodón…
Sin embargo, el mayordomo no limpia te aparece en tu casa cuando menos te lo esperas para pasar el algodón. Para comprobar si has limpiado bien, y ahí estás tú, limpia que te limpia, porque se puede presentar en cualquier momento con el dichoso algodoncito… porque como lo vea sucio ¡¡encima te lo hace limpiar de nuevo!! Y te recrimina que no limpiaste bien, pero tú tienes la excusa perfecta…
“Será el producto que no limpia bien”.
Hay otros anuncios en los que salen unas cocinas llenas de suciedad, de grasa, está todo hecho un asco… ¡pero qué hicieron para dejarlo así!
Pero no pasa nada, hacen fss… fss… con dos pulsaciones es suficiente, echan el líquido del spray en la esponja le da una pasada ¡¡y sale un brillo que deslumbra!!
Ya está, ya te ha convencido, ni el del genio calvito, ni el del mayordomo, me voy a comprar el del señor del traje que hace fss… fss… Bajas al super a comprarlo y lo pruebas en casa tal cual salió en la tele. Lo echas en la esponja para limpiar la cocina y… ¡sorpresa! Se queda pegada a la grasa y no hay forma de moverla, y piensas…
“¿Pero esto qué es desengrasante o pegamento? ¡Si mi cocina está más limpia que la que salió en la tele!”
Echas el spray directamente a la cocina para ver si así funciona mejor ¡y ni por esas se despega! Al final te toca coger el estropajo y empezar a restregar, como siempre…
Pero lo mejor son los productos para lavar la ropa. Con un cacito de líquido rosa se van todas las manchas. Estás escéptica por los anteriores resultados, pero aun así lo compras por si acaso funciona. Pones el pantalón que te manchaste de aceite del chorizo que te comiste en la casa de Antonio Rodríguez Antón. Pones el cacito en la lavadora y cuando acaba compruebas que las manchas siguen ahí, ¡no ha salido ni una!
Dices bueno, a lo mejor es que también tenía que echar el líquido directamente a la mancha… vuelves a meter la prenda de nuevo esperando que desaparezca, ¡pero no hay forma, siguen ahí! Pero cómo se te resisten…
Ya empiezas a cabrearte, le pones el líquido rosa, el quitamanchas, el antigrasa, y por que no tienes nada más que si no… Lo metes de vuelta en la lavadora mientras dices:
“Tiene que salir, sí o sí…”
Cuando acaba, no sabes si sacarla o dejarla dentro. La sacas muy despacio y… ¡bien, salieron las manchas! Pero a qué coste… se te descolorió la prenda… era un pantalón azul ¡pero quedó un lamparón!, no es que sacó la mancha ¡es que se comió el pedazo del pantalón!
Por eso, si no salen a la primera, ni a la segunda, mejor no lo intentes una tercera vez…



miércoles, 24 de octubre de 2012


 PRESENTACIONES 

El sábado día 9 de febrero a las 19h realizaré una presentación conjunta en Bibliocafé, C/ Amadeo de Saboya (Valencia) con Ana Añó y su libro "Momentos Maestros" y mi novela "El destino de Lisa" dos libros que no os podéis perder. Lo vamos a pasar genial... ¡¡¡Os esperamos!!!



Presentación en Madrid del libro “El destino de Lisa” en Copas Rotas, con la Autora y la presenta, María del Carmen Aranda










Una bonita tarde de otoño en Madrid, LAUNIVERSALRADIO se prepara para ir a un gran evento de una escritora Mercedes Rodríguez Cervantes y su libro El destino de Lisa.
Que vicisitudes las de los autores que se autogestionan sus obras que se las luchan y que tratan de darlas a conocer, derrochando ánimo, fuerza y energía, como si fueran tres en uno.

El local fantástico en pleno centro de la capital, Copas Rotas es un lugar con tintes modernos dinámicos y desprende juventud, por los colores el diseño y la manera en que te tratan, chicos y chicas jóvenes se ocupan de ayudarte a llegar a la sala espeçífica en la que transcurrirá este evento que nos ocupa.
Reunidos en torno a la Cultura, me atrevería a decir con mayúsculas ya que viene de la misma esencia de lo natural de lo bien hecho de lo realizado desde el alma y plasmado de una manera sencilla pero casi magistral como dijo la presentadora, María del Carmen Aranda que tomó la palabra después de hacer la presentación por parte de Copas Rotas su orgonizadora Helga Martínez.
También la editorial Éride Ediciones tuvo presencia en este acto ya que apuesta por autores que tienen proyección como Mercedes Rodríguez Cervantes.
Fue una bonita tarde en la que podemos decir que la universalradio estuvo allí.

PODÉIS VERLO DESDE ESTE ENLACE:

miércoles, 21 de marzo de 2012

POESÍA


"SÓLO DESAPARECE EL DOLOR, CUANDO FLORECE EL AMOR"


Sólo comienza una guerra
cuando brota el dolor
y tan sólo acaba la batalla
cuando florece el amor.

Triste estás corazón
pero, cómo poder compensarte 
por tanto dolor.
Tu mirada lo dice todo
no hacen falta las palabras
pues el alma
también habla.

Tiene una tibia luz 
de ilusión y esperanza
aunque el negro humo
se acerca por la ventana
y no deja pasar
la clara luz de la mañana.

Eres tan dulce y tan tierna
no tienes culpa de nada
eres tan niña...
y no entiendes, como yo
por qué todo esto pasa.

Si poder yo tuviera
para convertir las armas 
en las flores más bellas
no existiría el dolor
y sí, la belleza del amor.


Mercedes Rodríguez Cervantes

RELATOS

             UNA CERVEZA... ¿TE PUEDE CAMBIAR LA VIDA?


Sergi, tenía el pelo moreno y ondulado, y un cuerpo musculoso muy bien cuidado. Se podía decir que se había instalado el gimnasio en su casa dada la cantidad de aparatos que tenía para ello. Era un chico muy introvertido, tanto, que le costaba relacionarse con la gente. Tenía cierto complejo al hablar, no porque tuviera algún problema, sino porque desde pequeño los niños se burlaban de él, aunque nunca entendió porque le trataban así. Desde entonces, su timidez se agudizó mucho más y con el paso del tiempo solo hizo que empeorara. Vivía solo en la casa que le dejaron sus padres al irse a mejor vida. Era hijo único, y eso hacía que su soledad se incrustara cada día más en su ser. Ya rondaba los treinta años, cuando se planteó que su vida tenía que cambiar. El aislamiento que llevó durante tantos años ya le estaba pasando factura. Se sentía retraído incluso con la gente que conocía de toda la vida. No conseguía encontrarse a gusto y por eso siempre huía de ellos refugiándose en la soledad de su casa. Ni siquiera sabía lo que era salir de fiesta con los amigos, ya que como no tenía, no le apetecía salir a tomar algo el solo. No podía saber el sabor que tenía una simple cerveza. La relacionaba con ir de fiesta para disfrutar de ella y como él no salía, pues no le apetecía tomarla él solo en casa.
Su vida era demasiado monótona, nada tenía sentido para él, incluso había perdido la ilusión por vivir. Sin embargo, esa mañana, se arregló un poco más para ir a comprar al supermercado, pero ni eso le animó, fue como tantas otras veces, desganado y cabizbajo. Al llegar, cogió el cesto y empezó a echar lo que necesitaba. Las cajeras no le quitaban la vista de encima cuando lo veían pasar. De apariencia física resultaba muy atractivo a las féminas. Sus ojos negros desprendían ese encanto en su mirada con un pequeño toque picarón que a las chicas tanto les gustaba. Aunque ese inevitable retraimiento le seguía impidiendo relacionarse con las personas, y mucho más con las chicas, y si ésta le gustaba con especial atención y se proponía acercarse a él para conocerlo, salía disparado como una flecha antes de que fuera demasiado tarde. Se convirtió en un chico solitario en el que no tenía interés por nada. Pero ese mismo día, se dio cuenta de que había una cajera nueva que había entrado a trabajar hace poco. Se quedó mirándola fijamente sin parpadear…
-¡Qué guapa! -exclamó para sus adentros.
Su esbelta figura y ese fino rostro angelical con esa melena rizada de color castaño que caía sobre sus hombros y que pretendían ocultar parte de sus mejillas, le dejó sin aliento. Era la primera vez que sentía esa sensación de tener las mariposas revoloteando en el estómago. Se puso tan nervioso que compró lo justo para volver a casa. Se puso en la misma caja donde se encontraba ella. Ni siquiera la saludó, simplemente le entregó el dinero justo cuando oyó su dulce voz. Los sentimientos se apoderaron de él, y deseó con todas sus fuerzas, hablar con ella, decirle que era lo más hermoso que habían visto sus ojos. Pero se encontraba en un mundo lleno de sensaciones que era totalmente desconocido para él, y aunque lo intentó, no se atrevió a levantar la cabeza para volver a verla antes de marcharse. Deseó por primera vez en su vida perder esa timidez que se apoderó de él desde pequeño.
Regresó a casa intentando buscar una solución al problema que tenía, deseaba con todas sus fuerzas que desapareciera por completo, como de la noche a la mañana. Sabía que pedía demasiado, pero no estaba dispuesto a perder esa oportunidad y quería intentarlo todo. No comió nada en todo el día. Llegó la noche, y tampoco pudo cenar, los sentimientos afloraban por cada poro de su piel. No dejaba de pensar en ella. Cerraba los ojos y el simple hecho de recordarla le hacía feliz. Por primera vez supo lo que significaba la felicidad. Se asomó a la ventana y observó que había luna llena. El resplandor de su luz la engrandecía aún más.
-Luna bella, haz que pierda esta timidez y pueda cambiar mi actitud con los demás. Quiero relacionarme con ellos sin ninguna dificultad… sobre todo con ella. Es tan… tan… no puedo ni describirla, su belleza es tan natural y su voz tan angelical… que me ha robado todos los sentidos. Estoy dispuesto a todo… aunque me de un no por respuesta, pero al menos, lo habré intentado… -dijo resignado y casi convencido de que no podría lograrlo.
Tras pedir ese ferviente deseo, se puso el pijama y se acostó. Esperaba al menos poder soñar con ella esa noche, pero no fue así…
El sueño iba a ser muy diferente a lo que él esperaba. Se vio a sí mismo deseando cambiar esa actitud que le dominaba. Así que para intentarlo se propuso salir de casa y parar en algún bar cercano. Caminaba por la calle hasta que observó un cartel que ponía “ Bar Rocasolán”. Al entrar, se dirigió a la barra. El camarero muy amablemente se acercó a él y le preguntó:
-¿Qué desea tomar?
Sergi se quedó mirándole ensimismado sin saber qué responder. No quería hacer el ridículo nada más entrar pidiendo algo fuera de lugar. De pronto vio a un hombre acercándose a la barra con una jarra medio vacía.
-Póngame lo mismo que está bebiendo ese señor -señaló con el dedo índice.
-¿Quiere una cerveza?
-Sí -contestó con rotundidad.
-Y, como la quiere, de barril, o en botellín… tercio, quinto…
Aquello ya le descolocó… ¿por qué le hacía tantas preguntas si sólo le había pedido una cerveza? Después de meditarlo decidió que en botellín.
-Tercio o quinto.
Sin más vacilamientos prefirió tercio, aunque no sabía a lo que se refería pero quería salir de ese atolladero lo antes posible.
-¿Sabe que la cerveza ya existía en el año 10.000 a. C.?
-Pues no, no lo sabía.
-Unos monjes de la Edad Media consiguieron refinar el proceso del uso del lúpulo, que es una planta canabacea que le da a la cerveza ese sabor amargo y que a la vez favorece la conservación.
-Me parece muy bien, pero quiere hacer el favor de ponerme ya la cerveza… -empezó a impacientarse.
-Y, ¿cuál de estas prefiere? -dijo posicionándolas una al lado de la otra-. La cerveza clásica de toda la vida, sabor limón y frutas de la pasión, la que tiene extra doble de malta, o si la prefiere sin alcohol tengo sabor té y limón, y por último con sabor manzana.
-¿Cuándo alguien le pide una cerveza siempre le saca el muestrario? -preguntó algo molesto.
-No, no suelo hacerlo porque me especifican la que quieren, pero como a usted le veo algo perdido, se lo quiero simplificar.
-Pues déjeme decirle que me lo ha complicado aún más. ¿Puedo probarlas y luego decidir?
-Puede, pero si las abro todas me las tendrá que pagar aunque no se las beba.
-Y a cuanto asciende.
-Unos diez euros.
-¡Joder con el muestrario! Deberíais tener las bebidas de muestra para que el cliente pudiera degustarlas sin problemas. Así podría elegir la que más le guste…
-Lo siento señor, pero aquí no trabajamos así. Cerveza que se sirve, cerveza que se paga.
-Ya veo ya, y aunque no me la beba… ¿No me puede hacer una rebaja en el precio?
-No señor, este precio es para todos.
El dilema que tenía era bastante obvio, no sabía por cual decidirse. No había probado ninguna bebida que llevara alcohol, y no se imaginaba el efecto que podía producirle ya que iba a ser su primera vez.
-Ábralas todas, las iré probando a ver cual me gusta más.
El camarero le miró extrañado, pensando que le estaba tomando el pelo.
-Debe ser que con la música no le he escuchado bien… ¡Manolo, quieres bajar el volumen de la radio!
-exclamó con una portentosa voz.
Éste, obedeció ipso facto, pero la bajó tanto que apenas se escuchaba la música y sí todas las conversaciones que se mantenían. Eso hizo que a Sergi le incomodara aún más esa situación.
-¿Me ha dicho que quiere probarlas todas?
-Sí -dijo escuetamente.
-¿Nunca ha probado una cerveza?
Aquél camarero le estaba resultando un tanto impertinente con tanta pregunta. Le estaban entrando unas ganas de marcharse de allí… Pero no quiso darle el gusto, y pensó que era mejor evitar decirle que no la había probado.
-Pues claro que he probado la cerveza, pero no sabía que existía tanta variedad.
En ese instante se acerca a él un joven de unos 20 años, rubio, alto, y de complexión delgada.
-Disculpe señor, me llamo Alex, y le estaba observando con mucho interés, me gustaría saber si… ¿se las va a beber todas? -preguntó con cierto interés.
-Pues no sé, igual sólo me bebo las que me gusten.
-Y… ¿podría yo beberme las que no les guste? Sería una pena desperdiciarlas tirándolas en la basura.
Mira por dónde le había salido otro preguntón, y encima aprovechado. Él tenía que pagar la bebida y aquel joven desconocido se las quería beber.
-De momento voy a probarlas, y después tomaré una decisión, claro está si no me interrumpe…
-No se preocupe, ya no le interrumpo más… medite, medite, y luego ya me dice…
Aquel joven se quedó observándolo con los brazos apoyados sobre la barra, esperando a que tomara la decisión a ver si le caía una cerveza o alguna más sin tener que pagarla.
Sergi cada vez estaba más enojado. Ahora tenía que aguantar al camarero preguntón y al joven que resultó ser un listillo. A punto estuvo de marcharse cuando alguien dejó caer una mano sobre su hombro.
-Aquí tenemos a un hombre hecho y derecho que se va a jalar toda la variedad de cervezas de que dispone el bar -dijo apretando el ancho hombro de Sergi.
Sergi se echó las manos a la cabeza, se sentía acorralado, tenía a su alrededor a dos desconocidos, uno a cada lado y, ya no pudo soportar más aquella situación y explotó.
-¡Quieren de una vez por todas dejarme tranquilo! ¡Debe ser el único bar al que no le dejan a uno beber!
-Tranqui tronco, -dijo quitándole la mano del hombro para darle unas palmaditas en la espalda-. Que sólo era un decir, joer… No te me reveles tan pronto, que he venido a apoyarte…
- ¿A apoyarme? En todo caso a empinar el codo a mi costa.
-Yo por ti, hago lo que haga falta tronqui, si hay que ayudarte a empinar el codo, se empina y ya está. Aunque por una cervecilla tampoco es cuestión de empinarlo mucho…
-Será posible, otro aprovechado… -refunfuñó Sergi.
-Uy, qué torpe soy, no me he presentado, me llamo Pichi -dijo extendiendo la mano.
-Yo Sergi -susurró entredientes-. Anda, que le cambias la segunda “ i ” por la “ a “ y no veas tronco, jajajaja
-Eso, así me gusta que haya sentido del humor, majete -le volvió a palmear en la espalda.
-Perdona, pero yo he llegado antes -aclaró Alex asomando la cabeza para que se percatara de que se encontraba allí esperando-. Así que ya te puedes ir marchando, ya le ayudo yo…
No estaba dispuesto a permitir que Pichi le quitara la posibilidad de beberse las cervezas. Pero supo que cometió un error al decirlo cuando lo vio aproximarse a él. Era igual de alto que él, moreno, pero con un cuerpo tan musculoso que se salía de lo normal. Su apariencia impresionaba dado lo ancho que era de espaldas y sus brazos parecían piernas. Alex, tragó saliva varias veces al verse en esa situación tan comprometida.
-Pero bueno, piltrafilla… ¿se puede saber quién te crees que eres para hablarme así?
-Yo… yo… Zoy amigo de ezte zeñod -respondió Alex.
-Pero qué forma de hablar es esa, acaso ¿te estás burlando de mí? a que te suelto un mamporro.
-No zeñod, no me budlo de uzted, ez que cuando me pongo nedviozo, laz ezes laz pdonuncio como zetaz y laz edes como de… -intentó aclararle.
-O me hablas en cristiano o…
Sergi intentó separarlo para que dejara al chico tranquilo ya que lo tenía aprisionado contra la barra sin poder moverse.
-Lo que te está intentando decir, es que cuando se pone nervioso, pronuncia las eses como “z” y las erres como “d” así de simple, así que deja de atosigarle -dijo intentando resistirse a soltar una carcajada.
-Porque se ha interpuesto este gran hombre que si no…
Alex ya pudo respirar más tranquilo, aunque el nerviosismo que todavía sentía en su cuerpo, no había quien se lo quitara de encima.
Mientras tanto, el camarero que se encontraba tras la barra, con el abridor en una mano y con la otra sujetando el tercio, no se había movido ni un ápice de allí. Ni siquiera las abrió, tan sólo observaba atónito lo que estaba aconteciendo en el local. Hubo unos segundos de silencio.
-¿Por qué no le dejan que tome la decisión tranquilamente y luego arreglan sus diferencias? -preguntó el camarero.
-¡Hombre, por fin escucho una pregunta coherente! -exclamó Sergi.
Ambos asintieron al camarero y permanecieron callados hasta que tomara la decisión.
Sergi sonrió abiertamente por primera vez. A pesar del incordio, esos dos extraños habían conseguido amenizarle la noche.
-Puedes abrirlas todas -le dijo al camarero, que estos amigos se las beberán por mí.
-¿Cómo? -preguntó sorprendido antes de abrirlas-. ¿Está seguro de lo que dice?
-Sí, a pesar de todo, se lo merecen. Son los únicos que me han hecho sonreír.
-Gracias tronco, no sabes como te lo agradezco, ahora sí que voy a empinar el codo, jeje
-Pedo hay cinco, doz pada cada uno, y que hacemoz con eza que zobda -comentó Alex.
-Para que no riñáis que se la beba el camarero.
-Gracias hombre por el detalle… pero entonces, ¿usted no va a beber ninguna?
-Claro que sí, me pones otra ronda para mí solo, pero me las beberé en casa tranquilamente -soltó una sonora carcajada-. Gracias por haberme hecho pasar tan buen rato… -dijo sacando el dinero de la cartera.
-Pedo hombde, no ze puede id… me va a dejad zolo.
-No, te dejo con Pichi, que es inofensivo, seguro que os hacéis buenos amigos.
-Claro que sí tronqui, que yo no muerdo, sólo ladro un poco -dijo palmeando la espalda de Alex.
-Aquí tiene, las vueltas y las cervezas.
-Gracias, hasta otra amigos -se despidió de ellos.
-Vuelve cuando quieras tronco, que aquí ya tienes a tus amigos esperándote.
Sergi giró la cabeza y se despidió con una gran sonrisa.
Y… hasta ahí duró el sueño.
Se escuchó un tremendo ruido y eso hizo que se despertara sobresaltado.
-¿Qué ha sido ese ruido? Ah, deben ser los niños jugando al fútbol…
De repente se acordó de lo que había soñado.
-¿He soñado con cerveza…? -se preguntó a sí mismo extrañado-. Con lo que me hubiese gustado haber hablado con ella, aunque sólo sea en sueños.
Se levantó de la cama y se dirigió al cuarto de baño para asearse. Ya arreglado salió a comprar el pan. Eran las diez y media de la mañana y aún no había desayunado, cosa rara en él. Nunca se había levantado tan tarde, y parecía que la mañana quería echársele encima. Al girar la esquina tropezó con alguien al que se le cayeron varios botes de cervezas. Inmediatamente se agachó a recogerlas y le pidió disculpas por lo sucedido. Al levantar la mirada para dárselas… se encontró con la dama que le había conquistado el corazón. Se quedó ensimismado mirándola con los botes en las manos, estaba delante de ella y no podía pronunciar ni una sola palabra más, y para romper ese breve pero intenso silencio ella dijo:
-No te preocupes, no tienes por qué disculparte -sonrió levemente-, es lo que tienen las esquinas no sabes con quién te vas a tropezar.
Sergi sonrió abiertamente, además de guapa, era graciosa. No sabía cómo continuar la conversación, miró la cerveza y se acordó del sueño que tuvo.
-Yo… eh… ¿Sabes que la cerveza ya existía hace 10.000 a. C.?
-Pues no, no lo sabía.
-Bueno, al menos eso me dijo el camarero con el que he soñado esta noche…
Le hizo tanta gracia aquel comentario que no podía parar de reír. La sonrisa tan grata que se desprendía de sus labios la embellecía aún más. Sergi estaba que no se lo creía, consiguió por fin hablar con ella apenas sin esfuerzo.
-Vaya, si que ha sido interesante ese sueño…
-Sí, aunque si he de ser sincero, hubiese preferido haber soñado contigo…
Al ver la cara que puso se arrepintió inmediatamente de sus palabras.
-Lo siento… yo… no lo he dicho con mala intención… yo… -empezaba a encontrarse incómodo y no sabía que hacer para arreglarlo- …no suelo hablar con la gente, me cuesta mucho…
-No temas, sé tu historia y… me resultará interesante saber como acaba ese sueño, tengo media hora libre si quieres acompañarme…
¡Le estaba pidiendo que fuera con ella! No se lo podía creer…
-Se… será un placer acompañarte.
Y así fue como Sergi empezó a perder esa timidez que tanto le incomodaba al hablar con la gente. La relación con esa misteriosa dama, fue como hecha a su medida.
En ocasiones pensaba qué podía haberle hecho cambiar así… el deseo que le pidió a la luna, aquel sueño cervecero, o ella… aunque él creía que estaba todo relacionado, el embrujo de la luna, y la persona más maravillosa del mundo que había podido conocer, gracias a la cerveza.